Imágenes sacadas de: https://es.wikipedia.org/wiki/Bacteroidetes
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La microbiota de nuestra flora bacteriana contiene
tantas bacterias como células tiene nuestro cuerpo.
Las bacterias beneficiosas para nosotros transforman
la fibra alimentaria en otras sustancias que podemos aprovechar e impiden que
las bacterias que no son beneficiosas proliferen demasiado y nos causen
enfermedades.
Estas bacterias están en el epitelio de las
vellosidades intestinales, sobre todo en el colon y se les llama comúnmente
flora intestinal o microbiota.
Son centenares de especies de bacterias y levaduras
las que constituyen la microbiota.
Realmente, las bacterias y levaduras fermentan las
fibras para degradarlas y absorberlas. Este proceso acarrea la producción de
ácidos grasos de cadena corta que, aunque parezca un milagro, son precisamente
el alimento del que se nutren las células del epitelio. Así pues, favorecen su
mantenimiento y, cuando se deteriora, permiten su reparación.
El intestino produce ciertos
neurotransmisores, como es el caso de la serotonina (la hormona de la
felicidad), de ciertas enzimas (peptidasas y lactasa) y de vitaminas (sobre
todo B12 y K), así como de numerosas moléculas mensajeras del sistema
inmunitario (ARNm).
Un individuo sano contiene muchas clases de bacterias
en su microbiota que se mantienen a raya las unas a las otras.
Con mala alimentación, con obesidad, alcoholismo,
abuso de antibióticos y otras enfermedades la diversidad de nuestra biota
disminuye y proliferan más las bacterias enemigas (como las bacteroidetes) que
las bacterias protectoras.
Las enfermedades periodontales hacen también que
proliferen las bacterias enemigas y contribuyan al depósito de colesterol oxidado
en las arterias, atraen a los macrófagos que los fagocitan y forman las placas
de ateroma. Estas placas al romperse forma ictus y trombos.
Las bacteroidetes son una clase de bacterias muy
abundantes en el medio ambiente, en nuestra flora bacteriana en la tierra, el
mar y el tracto digestivo de los
animales.
Las Bacteriodetes incluyen el género Bacteroides, un
organismo abundante en las heces de animales de sangre caliente incluyendo los
seres humanos.
De ahí la importancia de evitar el exceso de grasas triglicéridos
y colesterol en la dieta. Sin embargo, hay muchas personas que abusan de las
comidas ricas en grasas y no parecen desarrollar esta enfermedad.
En un estudio reciente de la revista Journal of Lipid
Research (http://www.jlr.org/) se ha
estudiado la contribución de estas bacterias al desarrollo de la aterosclerosis
y la enfermedad cardiovascular.
Hizo análisis de extractos lipídicos de la arteria
carotídea humana y de individuos jóvenes y se demostró consistentemente la
presencia de diversas clases de lípidos extraños (dipeptida serina, Lipido 654,
y el Lípido 430) que proceden de bacterias.
Los niveles relativos de Lípido 654 / Lípido 430 de bacterias
orales e intestinales comunes, suero humano y muestras de cerebro de adultos
sanos eran mucho menores que los de individuos con enfermedad periodontal.
Más importante aún, la relación de lípidos 430 /
lípidos 654 fue significativamente elevada en las carotídeas en comparación con
las muestras de la arteria de control.
Estos resultados sugieren que las bacterias comensales
Bacteriodetes del intestino y la cavidad oral pueden contribuir a la
patogénesis de la aterosclerosis a través del depósito de lípidos de serina
dipéptido y de metabolitos en las paredes de las arterias.
De manera
tradicional, los investigadores han asumido que los lípidos provenientes de las
dietas ricas en grasas son los responsables de la formación de las placas de
ateroma. Una ‘creencia’ que, sin embargo, no explica por qué algunas personas
que ingieren elevadas cantidades de alimentos ricos en grasas y colesterol,
caso de los huevos, la mantequilla y la carne, no acaban padeciendo una
enfermedad cardiovascular.
Como refiere Xudong Yao, co-autor de la investigación,
«las diferencias químicas entre los lípidos humanos y los bacterianos dan lugar
a diferencias sutiles en el peso de estas moléculas.
En este contexto, y
una vez se forman las placas de ateroma en los vasos sanguíneos, el sistema
inmunitario pone en marcha una respuesta inflamatoria: los macrófagos y otras
células inmunes se introducen en los vasos para ‘comerse’ los lípidos y, así,
destruir las placas. En muchas ocasiones, sin demasiado éxito. Y es que en su
labor de ‘limpieza’, las células inmunes se multiplican y, lejos de cumplir con
su cometido original, acaban ‘anclándose’ y engrosando estas placas, acelerando
el desarrollo de la aterosclerosis.
Como apuntan los autores, «en este caso, es posible que, quizás, el sistema inmune desencadene la
inflamación porque cuanto se encuentra con los depósitos lipídicos en las
paredes arteriales reconoce que estos lípidos no tienen un origen humano».
El siguiente paso será analizar las placas de ateroma
en mayor profundidad para ver dónde se acumulan exactamente estos lípidos
bacterianos. Como concluye Frank Nichols, «si descubrimos que los lípidos de
estas bacterias específicas se disponen dentro de la placa en lugar de en las
paredes arteriales, entonces tendríamos una evidencia más
convincente de que estas moléculas grasas de las especies de ‘Bacteroidetes’ se
asocian a la progresión de la aterosclerosis y, por ende, a la
enfermedad cardiovascular»
Extraído de
Reza
Nemati, et al. Deposition and hydrolysis of serine dipeptide lipids of
Bacteroidetes bacteria in human arteries: relationship to atherosclerosis. J.
Lipid Res. 2017 58:(10) 1999-2007.
1 comentario:
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