Foto: islas Cies
Para que el hombre a
diferencia de los primates pudiera salir de Africa y conquistar la tierra ha
sido necesario al menos dos cosas:
Un cerebro mas desarrollado
que le permita mejor memoria espacial, ansias de aventura y capacidad de
exploración
Poder caminar sobre dos
piernas largas distancias
Pero para poder mantener
un cerebro así que consume gran cantidad de energía y músculos potentes que
recorran grandes distancias hay que ser capaz de utilizar muchas fuentes de
energía (animales, vegetales, pescados, mariscos, frutas, semillas, etc.) y
además tener reservas de energía en forma de tejido adiposo para cuando escasee
el acceso a la comida.
Dos parámetros que
definen estas ventajas del hombre frente a los primates es la Tasa metabólica
en reposo (gasto de energía por el cerebro, hígado, intestinos y músculos en
reposo) y las reservas de grasa (en torno al 20% del peso corporal para hombres
y del 40 % para las mujeres).
Si comparamos a los
humanos con sus parientes más cercanos, chimpancés, gorilas y orangutanes, se
observa que somos unos privilegiados. Los Homo sapiens se reproducen
más que estos otros homínidos y sus bebés son de mayor tamaño, y, además, viven
más y son capaces de mantener un cerebro insaciable que consume hasta el 25% de
la energía que necesita un cuerpo.
Esta peculiaridad humana
se ha tratado de explicar a través de cambios anatómicos y también culturales.
Nuestra locomoción es más eficiente que la de otros primates y nuestro
intestino, de menor tamaño, consume menos energía. Además, la introducción de la cocina permite asimilar más calorías a partir de la
misma cantidad de comida.
Sin embargo, varios
estudios han planteado que esas transformaciones no son suficientes para cubrir
las necesidades de la máquina humana y otros rasgos culturales de nuestra
especie, como las largas caminatas diarias de los cazadores recolectores,
dilapidan el ahorro energético. Así que hay que buscar otras explicaciones.
Esta semana, en un
estudio liderado por Herman Pontzer, investigador del Hunter College de la
Universidad de la Ciudad de Nueva York, que se publica en la revista Nature, un grupo internacional de científicos ha
ofrecido una explicación alternativa.
Su punto de partida es la
tasa metabólica basal (TMB), que es la energía que gasta el organismo en reposo
y viene determinada por grandes órganos como el cerebro, el hígado o los
intestinos. Para tratar de comprobar si ese ritmo de consumo energético básico
era mayor en humanos que entre sus parientes más cercanos, analizaron el gasto
total de energía de bonobos, chimpancés, gorilas y orangutanes. Sus resultados
indican que consumimos de media 400 kilocalorías diarias más que los bonobos y
los chimpancés, 635 más que los gorilas (aunque el mayor consumo era el de
machos gorilas de más de 160 kilos) y 820 más que los orangutanes.
El aspecto más
interesante de este elevado consumo de energía es que permite mantener un cerebro muy exigente, si se lo compara con el de otros homínidos.
Esa máquina de alto
consumo ha tenido además algunos efectos secundarios sobre nuestra anatomía.
Para asegurar que no se queda sin combustible en caso de escasez, los cuerpos
humanos desarrollaron una gran capacidad para acumular grasa. Comparando con
chimpancés, los investigadores observaron que los humanos tienen mayores porcentajes de grasa corporal, incluso cuando aquellos viven en
cautividad y tienen una vida poco activa.
Este sistema permitiría
proteger a los sapiens de problemas temporales de suministro. En particular, la
acumulación de grasa es un mecanismo más presente en las mujeres, que
presentaron un 41,1% de grasa corporal frente al 22,9 % de los hombres.
Ana Mateos, responsable
del Grupo de Paleofisiología y Ecología del Centro Nacional de Investigación
sobre la Evolución Humana, especialista en este tipo de investigación,
considera que estos resultados, mostrando las diferencias entre el gasto
energético de humanos y otros primates, son importantes.
No obstante, señala que para ella el
aspecto más importante de esta distinción es la TMB, “lo que un organismo gasta
solo por estar encendido, que es el 60% del total”. El 40% restante se consume debido a las actividades diarias de trabajo y ocio.
“Nosotros hemos visto que una persona entrenada, con más masa magra y un esqueleto potente con buenas inserciones, tiene una tasa metabólica basal, un consumo energético básico, muy elevado”.
“Nosotros hemos visto que una persona entrenada, con más masa magra y un esqueleto potente con buenas inserciones, tiene una tasa metabólica basal, un consumo energético básico, muy elevado”.
La capacidad para
colaborar y compartir la caza y la comida, junto a las reservas de grasa para
cuando venían mal dadas, permitió a los humanos sobrevivir primero y
convertirse después en la más exitosa de las nuevas especies de monos que
poblaban África hace más de diez millones de años. “Por ejemplo, los chimpancés, nuestros parientes
más cercanos, no acumulan grasa incluso cuando son muy sedentarios, en lugares
como los zoos. Si podemos averiguar cómo lo hacen,
podríamos utilizar ese conocimiento para reducir la acumulación de grasa en
humanos”, concluye.
Extraido de :
1 comentario:
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