Como se hace patente cada vez que una enfermedad nos deja postrados en una cama sin ganas de nada, el sistema inmune es una inmensa maquinaria con un gran consumo de energía y una tremenda influencia sobre nuestro bienestar. Para su correcto funcionamiento, es necesario que se mantenga un equilibrio delicado.
Si estamos
inmunosuprimidos, las probabilidades de infección aumentan, pero si el
mecanismo de defensa está siempre activado, se produce un estado de inflamación
crónica que daña los vasos sanguíneos y puede producir enfermedades cardiacas.
El ejercicio provoca un
efecto doble que limita estos riesgos.
Por un lado, es
inflamatorio pero solo de forma transitoria (mas proinflamatorio cuanto mas
extenuante es el ejercicio) y, por
otro, mejora la inmunidad por la recuperación después del ejercicio.
Este efecto puede ser
protector y terapéutico ante un buen número de dolencias.
Esta semana ha aparecido un nuevo trabajo
que resalta las capacidades terapéuticas del ejercicio. El artículo, publicado
en la revista Neurology, mostraba que se podía mejorar el equilibrio,
la movilidad y la calidad de vida en personas con párkinson.
Aunque estas mejoras no
benefician a las personas que sufren una versión más grave de la enfermedad, en
las variantes más leves, un programa de ejercicios para mejorar el ejercicio y
la fuerza en las piernas durante entre 40 y 60 minutos tres veces a la semana
redujo las caídas en un 70%.
Uno de los efectos más
interesantes observados en los últimos años es el de mejorar el sistema inmune.
Un estudio presentado en 2012 por investigadores de la Universidad de Nebraska,
indicaba que este efecto podía ser de ayuda para reducir las posibilidades de
tener una recaída después de superar un cáncer.
Los linfocitos en su
sangre encargados de defender el organismo, con 12 semanas de ejercicio,
pasaban de una forma senescente, más abundante en organismos envejecidos y que
es poco efectiva para combatir la enfermedad, a una forma naíf, capaz
de hacer frente a los tumores o a infecciones.
El cerebro también es una
diana de la actividad benéfica del ejercicio. Un
ejemplo de ello es la depresión. Una situación continuada de estrés puede
acabar por provocar esta enfermedad.
Esto sucede porque cuando
se encuentra en esa situación, el organismo produce una sustancia conocida como
kineurina, que está relacionada con la depresión.
Investigadores del
Instituto Karolinska de Suecia observaron que un grupo de ratones diseñados
para ser especialmente musculosos, tenían niveles más elevados de una enzima
llamada KAT que ratones normales. Esta enzima convertía
la kineurina, que además de con el estrés está relacionada con otras
enfermedades mentales, en ácido kinéurico, otra sustancia que no es capaz de
traspasar la barrera que separa el cerebro del resto del torrente sanguíneo.
“Nuestra hipótesis
inicial de investigación era que el músculo entrenado produciría una sustancia
con efectos beneficiosos en el cerebro. En realidad,
descubrimos lo contrario: el músculo bien entrenado produce una enzima que
purga las sustancias dañinas del cuerpo”, afirmaba en un comunicado del
Karolinska Jorge Ruas, autor principal de un artículo publicado sobre este
trabajo en la revista Cell. “En este contexto, la función del músculo
recuerda a la del riñón o la del hígado”, concluía.
Mejorar el equilibrio, darle un empujón al
sistema inmune y prevenir la depresión limpiando el organismo de sustancias
nocivas son tres de los beneficios del ejercicio que están ayudando a
comprender las últimas investigaciones. Tres funciones además, muy útiles
después de los excesos habituales de las fiestas navideñas.
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1 comentario:
Happiness is good health and a happy memory.
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