EL PODER SANADOR DE LA MÚSICA
No es nuevo que el ejercicio, junto con una alimentación
adecuada, es uno de los pilares de una buena salud
La música es percibida por el cerebro como una recompensa y puede
modificar la tasa cardiaca, la respiración y la temperatura corporal.
Además provoca la liberación del neurotransmisor dopamina en cantidades que se
relacionan con el grado de placer que experimentamos. Los estudios realizados
en el Instituto de Investigación Sanitaria del
Hospital Universitario La Paz (IdiPAZ) constatan que escuchar una melodía
produce otros efectos fisiológicos destacables, como el aumento del
nivel de resistencia al dolor, cambios en el tono muscular y la temperatura, el
nivel de glucosa o la secreción hormonal, así como una reducción de la fatiga y
el estrés. De ahí que la lista de patologías en las que tiene una utilidad
probada sea cada vez más larga.
Da buenos resultados incluso antes de nacer, al conseguir que las
futuras madres se tranquilicen y puedan expresar sus sentimientos respecto a
las inquietudes del embarazo, algo que después repercute en el bienestar de sus
bebés.
un estudio científico con el que comprobaron que «mejoraban de
forma estadísticamente significativa todas las funciones vitales de los bebés,
que en algunos casos estaban sometidos a ventilación mecánica: tasa cardiaca,
tensión arterial, frecuencia respiratoria y también la puntuación del test
«confort», validado internacionalmente». Obvia resaltar que, al ser tan
chiquitines, se puede descartar que la mejoría se deba al efecto
placebo. «También comprobamos que los prematuros ganan peso con mayor
rapidez con ayuda de la música», apunta el doctor Ruza
a musicoterapia facilita a los niños con autismo la expresión de lo
que no pueden decir con palabras, porque muchos no hablan. Al menos al
principio. Y es que la música, además de repercutir en el desarrollo
motor, social y emocional, sirve como facilitador de la expresión oral de
los pequeños, que se vuelven más parlanchines, como bien han constatado los
padres, explica la psicóloga Nuria Escudé, directora del Instituto
Catalán de Musicoterapia y del máster en esta especialidad en la
Universidad de Barcelona
Los niños con síndrome de Down mejoran su autoestima a través de
la música. Les gusta tocar instrumentos musicales y algunos se animan
incluso con el piano.
«Además de disminuir la frecuencia cardiaca de los pequeños,
aumenta la saturación de oxígeno, porque se relajan. En ocasiones requieren
también menos calmantes».
Las intervenciones basadas en la música pueden tener un
impacto positivo sobre el dolor, la ansiedad, trastornos del estado de ánimo y
calidad de vida en pacientes con cáncer, según un estudio publicado en Support Care
Cancer.
Los estudios de neuroimagen muestran que el ritmo
activa estructuras motoras corticales, los ganglios basales y el cerebelo,
afectados en el párkinson.
Gracias a la música «personas que no recuerda su nombre
pueden cantar una canción de su juventud y a veces se ponen a llorar de la
emoción. Las primeras canciones que oímos son las últimas que olvidamos.
Por eso en alzhéimer utilizamos las canciones de la infancia. La música va
directa a nuestras emociones», añade Nuria Escudé.
ADEMAS:
Es fantástico que la ciencia empiece a estudiar la raigambre social de la música.. Parisienses MADRILEÑOS y cameruneses, mayores de edad y niños, todos parecen emocionarse con tonos y tiempos parecidos. Hasta los animales les gusta la música. Resulta increíble que unos y otros coincidan en hurgar en cierta armonía, en un acorde, fruto de darle a una octava, mientras interpretan como discordia, o en todo caso como una señal de tristeza otra melodía demasiado.
Lo único que conocemos de la música es su universalidad…
y que se trata de un evento social. Yo no conozco nada que pueda mantener unido
a un colectivo durante tanto tiempo; tal vez la religión o el credo político. La
religión y la política saben lo importante que es la música para el ciudadano.
Justamente, quizá sea esta falta de utilidad concreta de la
música lo que la hace tan querida por todo el mundo.
¿Y si resultara que la música hubiera precedido al lenguaje,
pero que este último hubiera conservado la herencia genética de la primera? Y
que ni una ni otro sirven para gran cosa. Desde luego, cada vez está más claro
que más y más gente se arrima a la música, mientras que aumenta continuamente
el número de los que desconfían del lenguaje. Yo siempre digo que un idioma no
sirve para entenderse –eso hay que dejárselo al cuerpo y al movimiento–, sino
para engañarnos unos a otros; para hacer creer a los demás lo que queremos que
crean.
Ya no digamos lo que hacen algunos músicos con el juego mágico
de sus dedos interpretando al piano una de las piezas de Mozart. ¿Se han fijado
en cómo mueven de memoria sus dedos sin que les tiemble el pulso y respetando
siempre la melodía que nos embelesa? A lo mejor lo único que importa es,
justamente, lo que nos embelesa: sentir que formamos parte de la manada,
empatizar con los demás. A lo mejor la música sirve para algo y el resto, para
casi nada.
La música sirve para algo.
E PUNSET
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