Los resultados de
un estudio señalan que practicar música en la infancia se traduce
en una mejora de las funciones cerebrales en el adulto.
Aunque son muchas las investigaciones que han analizado cómo la
música afecta a nuestro cerebro y cuerpo, el estudio que ahora presentan
investigadores de la Universidad de Northwestern, en Evanston, Illinois
(EEUU), se centra más en analizar
qué ocurre después de que los niños dejen de tocar un instrumento musical si sólo lo han hecho durante unos pocos años.
Entre los participantes del estudio, cuyos resultados son publicados
en la revista 'Journal of Neuroscience', estaban personas sin formación
musical, otras que tenían estudios que iban de uno a cinco años y otras
que había estudiado música de seis a 11 años.
Todos ellos empezaron a tocar con nueve años y su edad, en el momento del estudio, oscilaba entre los 18 y los 31 años.
Comparados con aquellos sin formación musical, los participantes que habían estudiado de uno a cinco años de música
tenían mejores respuestas cerebrales frente a sonidos complejos.
Estas personas eran más eficaces para extraer la frecuencia fundamental
de la señal sonora, es decir, la frecuencia más baja en el sonido que
es clave en la percepción musical y en el habla.
"Esta habilidad les
permite reconocer sonidos en un entorno complejo y ruidoso, también es
importante para la expresión hablada y para la memoria", explica a
ELMUNDO.es Nina Kraus, profesora de Neurobiología, Fisiología y Ciencias
de la Comunicación en la Universidad de Northwestern y principal autora
de este estudio.
Para esta investigadora, está claro que "
la forma en la que tú escuchas hoy viene dictaminada por las experiencias con el sonido que has tenido hasta hoy. Los beneficios que van desde
una mejor percepción auditiva, mayor función ejecutiva y un empleo más eficaz de herramientas comunicativas.
Todo ello sugiere que el entrenamiento musical durante el desarrollo
produce efectos positivos y a largo plazo en el cerebro adulto", refiere
el estudio.
http://www.elmundo.es/elmundosalud/2012/08/24/neurociencia/1345831836.html