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Existen muchos misterios en el cuerpo humano que la ciencia no ha desvelado
completamente.
Uno de ellos es el sistema inmune, que sabe reconocer una molécula
o una célula, como extraña y peligrosa para el cuerpo y es capaz de fabricar los anticuerpos
que ayuden a destruirla.
Antes de nacer el feto vive en el cuerpo de la madre y el sistema inmune de la madre ya sabe que las celulas del feto son extrañas, pero es tolerante y no las ataca.El feto depende al principio del sistema inmune de la madre para defenderse.
Antes de nacer el feto vive en el cuerpo de la madre y el sistema inmune de la madre ya sabe que las celulas del feto son extrañas, pero es tolerante y no las ataca.El feto depende al principio del sistema inmune de la madre para defenderse.
Pero poco a poco el sistema inmune del feto va madurando y aprende a distinguir sus moléculas y sus células de las de la madre y de los patógenos. En pate esta plasticidad para diferenciar cualquier molecula se debe a la estuctura del complejo de histocompatibilidad (MHC) que se ve en la figura.
El sistema inmune del feto se hace tolerante con sus propias
células y no las destruye (se destruiría a si mismo) y al madurar aprende a distinguir que moléculas
o células son patógenas y tambien aprende a construir anticuerpos para defenderse
de ellas.
En ciertas enfermedades el sistema inmune considera a parte
de sus propias células (por ejemplo del páncreas ) como extrañas y las destruye
(Por ejemplo así ocurre en ciertas Diabetes tipo I). En ciertas alergias considera
patógenos moléculas de polen que son inofensivas y produce la reacción alérgica,
por ejemplo.
Otro misterio es la plasticidad del Cerebro, que se debe a la estructura de las redes neuronales.
En la siguiente entrevista extraída del diario El Pais (http://elpais.com/elpais/2017/03/08/ciencia/1489000861_407908.html),
el investigador Álvaro Pascual Leone nos comenta los últimos trabajos sobre
como el cerebro tiene plasticidad suficiente para adaptarse a los retos que la
vida nos presenta. Y comprender las enfermedades cerebrales que impiden tal
adaptación.
“Un halo de
misterio sigue cercando al cerebro, uno de los grandes desconocidos de la
ciencia.
En el azaroso trabajo de despejar los enigmas de ese kilo y medio de redes eléctricas que forman millones de neuronas anda el investigador Álvaro Pascual-Leone, decano asociado de Ciencia Clínica y Traslacional de la Escuela de Medicina de Harvard.El médico (Valencia, 1961) ha invertido 30 años en estudiar la plasticidad cerebral, lo que hace que el cerebro pueda adaptarse a los retos que se le presentan. Pascual-Leone se afana en comprender los mecanismos que controlan esa plasticidad para intentar luego modificarlos y reconducir hacia un estado óptimo el comportamiento del paciente. El neurólogo es uno de los mayores expertos del mundo en el campo de la estimulación magnética cerebral, una técnica no invasiva para manipular conexiones neuronales de forma que mejore la salud cerebral del paciente.
En el azaroso trabajo de despejar los enigmas de ese kilo y medio de redes eléctricas que forman millones de neuronas anda el investigador Álvaro Pascual-Leone, decano asociado de Ciencia Clínica y Traslacional de la Escuela de Medicina de Harvard.El médico (Valencia, 1961) ha invertido 30 años en estudiar la plasticidad cerebral, lo que hace que el cerebro pueda adaptarse a los retos que se le presentan. Pascual-Leone se afana en comprender los mecanismos que controlan esa plasticidad para intentar luego modificarlos y reconducir hacia un estado óptimo el comportamiento del paciente. El neurólogo es uno de los mayores expertos del mundo en el campo de la estimulación magnética cerebral, una técnica no invasiva para manipular conexiones neuronales de forma que mejore la salud cerebral del paciente.
Con su
mochila de conocimientos—incluida esta estimulación no invasiva del cerebro—,
Pascual-Leone se ha embarcado ahora en un nuevo proyecto liderado por el
Institut Guttman de Barcelona. El médico quiere adelantarse a la aparición de
enfermedades neurológicas y se ha propuesto buscar y estudiar 3.000 cerebros sanos. El
estudio, el Barcelona Brain Health
Initiative (BBHI), quiere encontrar los marcadores biológicos que mantienen
sano al cerebro y localizar los mecanismos que ayudan a protegerse de
enfermedades. Prevenir antes que curar.
Este estudio
va dirigido a intentar entender la salud cerebral, pero el cerebro sano no es
concebible en ausencia del resto de los órganos. El esfuerzo es ver cómo los
otros órganos impactan sobre el cerebro y cómo el cerebro, en su función,
impacta sobre el resto de órganos y enfermedades.
El cerebro cambia con la edad. Es cierto que hay unas
capacidades que pierde pero también otras que gana
La
estimulación transcraneal es una forma de estimular y activar zonas cerebrales
sin cirugía, de forma no invasiva. Eso permite potencialmente modificar
circuitos cerebrales y por lo tanto explorar formas de tratamiento que sea muy
dirigidas a las disfunciones de esas redes. Pero, al mismo tiempo, también nos
permite evaluar el estado de las conexiones, perturbar un punto del cerebro y
ver cómo se adapta a esa perturbación. Eso es un aspecto diagnóstico que nos
permite ver cómo de eficaces son los mecanismos de plasticidad del cerebro y,
por lo tanto, da una medida del estado de salud del cerebro.
La
plasticidad cerebral, la capacidad del cerebro a adaptarse a las demandas
externas, es intrínseca del cerebro, no desaparece, no se acaba. Pero la
eficacia de los mecanismos de plasticidad —qué circuitos cambian, cómo de
rápido la hacen— cambia a lo largo de la edad.
De hecho,
parte de lo que define a un cerebro sano es tener unos mecanismos de plasticidad
mantenidos: un cerebro sano es un cerebro plástico, con capacidad de cambiar.
Si uno pierde demasiada eficacia en esos mecanismos, puede ser el primer paso a
una enfermedad. Aunque tampoco es bueno un sistema excesivamente plástico. Hay
enfermedades, como el autismo, que se caracterizan por un exceso de plasticidad.
El cerebro
cambia con la edad. Es cierto que hay unas capacidades que pierde pero también
otras que gana. La sabiduría también supone un cambio a nivel cerebral del tipo
de conexiones.
Un punto
importante del estudio es saber Hasta qué punto se puede prevenir el deterioro
cognitivo.Sabemos que hay un porcentaje de gente, una de cada cinco personas,
que a pesar de hacerse mayor nunca desarrolla una enfermedad neurológica o
psiquiátrica, lo que significa que es posible mantenerse cognitivamente
intacto. Pero hay otra gente que desarrolla patologías.
La genética
juega un papel en esto pero también sabemos que el patrón de vida y los cambios
epigenéticos (la educación recibida, la infancia, la alimentación, el
ejercicio, no fumar…) juegan un papel específico. Hay redes neuronales que
determinan la probabilidad del cerebro de resistir la patología y prevenir
discapacidades. Si somos capaces de encontrar esas redes vamos a ser capaces de
modificarlas o de intentar guiarlas para maximizar esa resistencia.
El cerebro
está cambiando haciendo nuevas conexiones neuronales continuamente (Cuando
aprendes música, un deporte, estudias, cuando lees, cuando vas al colegio,
cuando te enamoras,…).
Con cada
cosa que haces, incluso que piensas sin decirla, con cada cosa que
experimentas, tu cerebro cambia.
Estar vivo
es una condena a que tu cerebro vaya cambiando hasta que te mueres.
El reto es
darse cuenta de que ese cambio del cerebro no necesariamente es bueno o malo
para ti, simplemente forma parte de cómo funciona nuestro sistema.
Todo es
cuestión de saber cómo guiar esos cambios, cómo esculpir el propio cerebro, de
rodearse de influencias que lleven a lo mejor para el individuo.
Para sacer lo mejor de tu genética practica
buenos hábitos, evita el estrés y mantente activo.
Los límites para esculpir el cerebro
vienen dados por los mecanismos de plasticidad que en parte son genéticos y en
parte de la interacción con el medio ambiente.
Sabemos que
la plasticidad tiene dos pasos: el primero, cambiar la eficacia de las conexiones que existen; y otro, a base de
cambiarlas, generar nuevas conexiones“
Extraído del diario El Pais Jessica Mouzo (http://elpais.com/elpais/2017/03/08/ciencia/1489000861_407908.html),
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