Es un curso ya
clásico en los veranos del Escorial.
El deporte
se ha convertido en un
negocio que mueve
mucho dinero a
todos los niveles,
tanto profesional como
amateur. Las nuevas tendencias
dirigen esta medicina
hacia la búsqueda
de la máxima eficacia en
la medicina preventiva y al
tratamiento y la
recuperación o rehabilitación rápida de las
lesiones. Hay que continuar
avanzando en el intercambio de
conocimientos científicos en
este campo comparando,
como en las
dos ediciones pasadas, algunos aspectos de la Medicina deportiva con la
Medicina centrada en el
deporte. Seguimos reivindicando al atleta de élite,
en el que se invierte mucho esfuerzo y posee
un gran valor
económico y necesita
profesionales con una
alta calificación. Es por
ello que pensamos
que resulta muy
útil compartir conocimientos entre profesionales, reflexionando y
debatiendo sobre las
novedades y avances
de este esta
rama de la
medicina
En las competiciones deportivas y mas si cabe en caso de deportes de
resistencia (como el ciclismo y el maratón), el deportista está sometido a un
alto nivel de estrés físico y psíquico. Ello provoca a través de las
interrelaciones de los sistemas nerviosos, endocrino, inmunitario y músculo
esquelético la producción y liberación de catecolaminas, hormonas, factores
inflamatorios / anti-inflamatorios y factores oxidantes / anti- oxidantes.
El efecto de la liberación de las mencionadas sustancias en el
organismo, durante la competición y en las horas siguientes, depende del tipo y
duración de la prueba deportiva, del estado nutricional del deportista y de su
personalidad (Suzuki et al., 2002).
En general con la práctica regular del deporte de resistencia como el
ciclismo; se consigue a largo plazo efectos cardiosaludables, se mejora de la
composición corporal aumentando la masa músculo-esquelética y disminuyendo las
grasa corporal (Church TS, et al., 2004) , se mejora la
sensibilidad a la insulina (Kriska AM, et al., 2003), se
baja la HTA (Paffenbarger RS Jr, et al., 1983), se
reduce la mortalidad (Schnohr P, et al., 2003) y se
consigue un bienestar psíquico después de superada la fase de estrés que
acompaña a la competición.
En las horas que siguen a la competición se nota el efecto beneficioso
de las endorfinas producidas en el ejercicio, se reparan los daños musculares,
la posible inflamación producida durante el ejercicio revierte; por los
factores antiinflamatorios y los antioxidantes que eliminan los radicales
libres producidos, se recargan las reservas de glucógeno y se fortalecen los
sistemas cardio-respiratorio y músculo-esquelético.
El ejercicio practicado regularmente potencia el sistema antioxidante
(Powers SK, et al., 1999).
También el ejercicio tiene efectos neuronales por aumento en el
hipocampo del Neuropéptido Y (NPY) según estudios en ratones (Bjornebekk
A et al., 2006). El descenso
de los síntomas de la depresión, sin embargo, la causa del buen estado
de ánimo no provenía de las actividades en sí, sino de su comportamiento
predispuesto a la hora de realizar un ejercicio y su carácter voluntario
(Demoor MH et al., 2008).
Está ampliamente
aceptado que el ejercicio físico practicado de forma regular contribuye al
mantenimiento de la salud por la prevención eficaz contra las enfermedades
crónicas (diabetes, obesidad, hipertensión, hipercolesterolemia) y enfermedades
cardiovasculares (Schnohr P. et al., 2000), sirve eficazmente para el control
del peso y aumenta el bienestar psíquico de las personas que lo practican.
Para disminuir el
tamaño de los adipocitos abdominales subcutáneos se necesita además de dieta
hipocalórica el ejercicio, según estudios longitudinales de 20 semanas con
mujeres de mediana edad con sobrepeso (You Tet al., 2006).
Una protección
incrementada en contra de la lesión cardiaca producida por los radicales es un
mecanismo potencial que puede ser usado para explicar la protección cardiaca
relacionada con el ejercicio. Los radicales libres son moléculas altamente reactivas
que se producen en mas cantidad durante el ejercicio en todos los músculos
incluido el miocardio.
De hecho, ahora se
sabe que los radicales juegan un papel clave en la lesión miocárdica durante la
isquemia y reperfusión de glucosa-insulina-potasio (Downey et al. 1990).”La
fatiga cardiaca crónica se produce en los deportistas de alta competición
cuando están sometidos a un entrenamiento intenso en periodos de tiempo
prolongados”, según Araceli Boraita, jefe del Servicio de Cardiología del
Centro de Medicina del Deporte del CSD de Madrid, en las VIII Jornadas de
Medicina y Deporte de Alto Nivel, 2006; que se han celebrado en la sede del
Comité Olímpico Español en Madrid.
Este síndrome es
de difícil diagnóstico clínico y la mayoría de las veces se sospecha por una
reducción del rendimiento deportivo.
Para su
diagnóstico clínico existen varios parámetros bioquímicos, como las troponinas
cardiacas o los péptidos natriuréticos, tanto el BNP como el ANP, cuya
elevación tras grandes esfuerzos deportivos marcan la aparición del síndrome.
Sin embargo, sus
alteraciones son transitorias y reversibles. “Se normalizan a las 48 horas, lo
que avala la hipótesis de que el fenómeno de fatiga cardiaca aguda es
transitorio y no afecta, al menos a corto plazo, a la funcionalidad cardiaca”.
El síndrome,
“tanto en la fase aguda como en la crónica no suele producir necrosis
miocárdica. Asimismo, reducir la intensidad del entrenamiento mejora estos
parámetros”.
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